jueves, 26 de diciembre de 2019

A mi perra


La vida se pone rara. 
No estás para recibirme feliz, 
para pasear después de la una sobre esta calle por donde no pasa nadie, 
para mirarme antes de cruzar, 
para tentar con tus olores al gran perro de caza ciego, para hablar con él. 
Rara se pone la vida, otra vez. 
Tu cabezota no choca más con la mía, 
no puedo molestarte cuando estás tranquila ni incitarte a jugar, ni alzarte. 
Soñarte puedo, nada más. 
En el sueño andamos juntos, y aparentemente, no se muere.

domingo, 18 de agosto de 2019

Tres amigos


Quiero que nos quedemos esta tarde vos y yo solos,
dejar la obligación del acto en la escuela de tus hermanos
y tirarnos sobre el piso del porche de entrada a la fresca
de este caluroso diciembre. 
Ver a Junior ladrar a los peatones sobre la reja, hacer los
malabares con vos en mis pies y escuchar tu risa estruendosa
de bebé grandote; filmarte mientras retás al perro porque
desequilibró tu paso frágil o porque te comió otro grisín, 
o simplemente tirarse a mirar el techo de machimbre tan descuidado.
Quiero que nos quedemos hoy, recostados sobre el mosaico del porche,
que seamos tres amigos, en vez de un hijo, un padre y un perro.
Quiero que juguemos juntos y lo recordemos
siempre, siempre, hasta que yo lo escriba y no lo olvidemos más,
eso quiero.

Cuando te di forma


Cuando, en los avatares de aquellos días,

le di forma a tu corazón,
tuve especial cuidado en los conductos,
en esa red de cañerías que suben y bajan por él,
en su ubicación exacta
dentro de la concavidad que había ideado para tal función
al lado del alma.
En vano tus abuelos me dieron alguna instrucción,
yo ya me había dejado llevar por el instinto.
Con tus ojos no tuve mayores problemas,
en un  lienzo desprolijo  
copié el color del cielo de Piriápolis en enero,
sobre el mar,
y en febrero lo traje a Buenos Aires en barco.
Mienten los que dicen que los has heredado.
Gran trabajo me dieron tus piernas,
que cortas como las mías,
deberían tener la tersura necesaria para el roce con el agua,
la firmeza para el paso de baile,
y la apertura para el bien-parir.
Cuando vi tus pies me dije
a estos me los dejo para el afuera
voy a moldearlos con mi boca en las tardes de invierno 
para que no tengas frío.
Poco pude hacer con esos brazos
que salieron como salieron
y hoy son el complemento inevitable
de todos tus discursos.
Cansado por el trabajo que me dieron
todas estas cosas
le encomendé la mente a tu madre
con la aclaración de que haga hincapié en la obstinación
que trabaje sobre eso
es que algo debías traer de la familia. 

Hoy, que entrás toda en mi antebrazo
(mientras yo no quepo en mí mismo),
te muestro al limpio cielo nocturno
para que todos ellos vean
que bien se siguen haciendo las cosas acá,
al sur del mundo.